sábado, 13 de abril de 2013

Los Padres y Doctores de la Iglesia (IV)


IV EL SIGLO CUARTO

Después de la persecución de Diocleciano, la «gran persecución» los edictos de Constantino y de Licinio (Milán y Nicomedia, 313) dan la paz a la Iglesia, que goza desde entonces de una situación oficial reconocida y protegida. A últimos de siglo, los edictos de Teodosio obligan a todos los pueblos del Imperio a vivir en la fe cristiana (380) y proscriben el culto pagano (391). La Iglesia ya con libertad de expansión, podrá utilizar ampliamente las riquezas de la cultura antigua, con lo que se verá surgir una cultura y una sociedad cristiana, acompañada de una magnífica floración literaria a lo largo del siglo IV. Los doctores serán excelentes escritores, muy superiores a los autores paganos de su tiempo, merced a la profundidad de su inspiración y a la sinceridad de su fe.

jueves, 11 de abril de 2013

Los Padres y Doctores de la Iglesia (III)


II EL SIGLO TERCERO

Las escuelas teológicas

En el siglo tercero se dibujan ciertas corrientes de pensamiento que se podrían llamar «escuelas» de teología, con la condición de entender esta expresión en un sentido muy elástico, de corrientes doctrinales y no de instituciones escolares. Los Padres tienen que hacer frente, no ya solamente a una contraiglesia como el gnosticismo que ponía en tela de juicio la esencia misma del cristianismo, sino a ensayos más o menos felices de explicar racionalmente el dogma. Son teologías desafortunadas, no sólo porque emplean un lenguaje todavía balbuciente sino, sobre todo, porque parten de presupuestos falsos; por ello vendrán a desembocar en cismas, en la constitución de pequeñas iglesias, separadas de la gran Iglesia, a la que darán ocasión de formular con mayor rigor su dogma.

martes, 9 de abril de 2013

Padres y Doctores de la Iglesia (II)


II SIGLO SEGUNDO

Los apologistas.

La literatura antignóstica

1. Frente a la oposición creciente a la nueva religión (persecuciones de los emperadores, odiosas calumnias del vulgo, reacción intelectual de los medios cultos) los cristianos se esfuerzan por refutar las objeciones y calumnias, al mismo tiempo que por justificar racionalmente su fe. Se trata de una abundante literatura apologética que procede en gran parte de escritores laicos, con frecuencia filósofos convertidos, que hacen profesión de pertenecer a la escuela del cristianismo, como Justino, «filósofo y mártir».

domingo, 7 de abril de 2013

Los Padres y Doctores de la Iglesia

 
Se habla de la importancia del magisterio ordinario y universal de la Iglesia como órgano de la tradición viviente en continuidad con la predicación apostólica. De este magisterio los Padres son testigos privilegiados. Obispos y doctores de los primeros siglos predicaron la fe, la defendieron frecuentemente al precio de su sangre contra el paganismo o la herejía y se esforzaron por darle su expresión racional. Individualmente considerados cada uno de ellos no tiene más valor que el de un testigo aislado, al cual la Iglesia, por lo demás, podrá reconocer una autoridad excepcional como en el caso de un San Atanasio, San Basilio, San Cirilo o San Agustín. Pero su testimonio unánime (se entiende unanimidad moral) representa lo que en cada época constituyó la fe común de la Iglesia «lo que fue creído en todas partes, siempre, por todos», dirá en el siglo v San Vicente de Lerins (Conmonitorio, lI, 6); testimonio tanto mas significativo y autorizado cuanto es más antiguo y representa, como en su fuente, la fe y tradición cristiana. Trataremos de dar aquí una visión de conjunto de la literatura patrística, desde sus orígenes hasta el siglo VIII, al mismo tiempo que del desarrollo del dogma cristiano en sus líneas esenciales, para que el lector esté en condiciones de situar históricamente a los Padres cuyos nombres aparecen a lo largo de la obra y reconocer, al mismo tiempo, la aportación de cada uno de ellos al tesoro común de la fe.

sábado, 6 de abril de 2013

Un café suspenso


“Entramos en un pequeño café con una amiga. Hicimos nuestro pedido y mientras nos acercamos a nuestra mesa, dos personas se acercan a la barra y dicen: ‘Cinco cafés, por favor. Dos para nosotros y tres suspendidos’. Y después de pagar su pedido toman los dos cafés y se van.
Le pregunto a mi amiga: “Qué son los cafés ‘suspensos’?”. Mi amiga responde: “Espera y verás.”

Entran algunas personas más. Dos chicas piden un café para cada una, pagan y marchan. Acto seguido tres abogados piden siete cafés –tres para ellos y cuatro “suspendidos”–. A pesar de que todavía me pregunto de qué va esto de los cafés ‘suspensos’ me gusta el clima soleado y la bonita vista de la plaza ante la cafetería. De repente, un hombre vestido con ropas gastadas y que parece ser un mendigo entra por la puerta y pregunta: ‘Tiene un café suspenso?’

Es simple, hay clientes que pagan por adelantado un café por alguien que no puede darse el lujo de una bebida caliente. La tradición de los cafés en ‘suspenso’ empezó en Nápoles, pero se ha extendido por todo el mundo y en algunos lugares puedes pedir no sólo un café ‘suspenso’, sino incluso un bocadillo o una comida completa.

¿No sería maravilloso tener estos cafés e incluso tiendas de víveres en todas las ciudades donde los menos afortunados encontraran esperanza y apoyo? Si eres propietario de un negocio, por qué no lo ofreces a tus clientes? … Estoy seguro que a muchos de ellos se los gustará la idea”.
 
Extraído y traducido del catalán del blog de SOMA, 

Los Padres de la Iglesia

 
 

Todo cristiano que quiera desenmascarar las intrigas de los herejes que brotan a nuestro alrededor, evitar trampas y mantenerse íntegro e incólume en una fe incontaminada, debe, con la ayuda de Dios, pertrechar su fe de dos maneras: con la autoridad de la ley divina ante todo, y con la tradición de la Iglesia Católica.

(S. Vicente de Lerins)

 

En el uso de la Biblia y de la antigüedad cristiana, la palabra «Padre» se aplicaba en un sentido espiritual a los maestros. San Pablo dice a los Corintios: «Aunque tengáis diez mil preceptores en Cristo, no teneis muchos padres, porque sólo yo os he engendrado en Jesucristo por medio del Evangelio»(1). Y San Ireneo de Lyon: «Cuando alguien recibe la enseñanza de labios de otro, es llamado hijo de aquél que le instruye, y éste, a su vez, es llamado padre suyo»(2). Como el oficio de enseñar incumbía a los obispos, el título de «Padre» fue aplicado originariamente a ellos.
 

sábado, 30 de marzo de 2013