Unicamente el arte decorativo, especialmente en formas geométricas, espresaba el sentido de lo infinito, coo vemos aún hoy entre judios y musulmanes. En el Antiguo Testamento solo estaba permitida la representación de ángeles (Ex. 25, 17-22). Sobre el arca de la alianza estaba labrada la imagen de los querubines, casi como un preanuncio de lo que había de venir.
El nacimiento en este mundo del Hijo de Dios significa el nacimiento del icono, pues Jesucristo no es sólo el Verbo de Dios, sino también su imagen: "Cristo es la imagen (eikon) del Dios invisible" /Col. 1,15). Juan Damasceno, en sus tres Tratados en defensa de los santos iconos estudió profundamente esta cuestión en la época de los iconoclastas, y defiende así la representación del Dios invisible:
"Cuando veas que Aquél que no tiene cuerpo se hace hombre por tí, entonces podrás hacer una representación de su figura humana. Cuando el Invisible se hace visible, revistiéndose de carne, entonces representa la imagen de Aquel que ha aparecido... Cuando Aquél que es la Imagen consustancial del Padre se despoja, tomando la forma de esclavo (Fil. 2, 6-7)m haciéndose así limitado en su grandeza y perfección por haberse revestido de carne, entonces pinta y expón a la vista de todos a Aquél que ha querido manifestarse. Pinta su Nacimiento de la Virgen, su Bautismo en el Jordán, su Transfiguración en el Tabor. Píntalo todo con palabras en los libros y con colores sobre las tablas".
Por esto mismo, el primero de los iconos, tomando la palabra en el sintido más amplio de imagen, es el rostro de Cristo. Podemos representarlo ya que no se trata de una imagen inaccesible a la vista, sino de una persona real. El icono de Jesucristo expresa por medio de la imagen, el dogma del Concilio de Calcedonia (451): El icono no representa sólo la naturaleza divina, ni sólo la naturaleza humana de Cristo, sino su Persona, la persona de Dios-Hombre que une en sí, sin mezclarlas ni separarlas, ñas dos naturalezas.
En Consecuencia, también se podrán pintar los iconos de la Madre de Dios. Es más, cuando la Santísima Virgen tiene a su divino Hijo, se les llama a veces iconos de la Encarnación.
Se podrá pintar tambien a los santos, ya que, al asumir la naturaleza humana, el Hijo de Dios no sólo ha renovado en el hombre la imagen del pecado de Adán, sino que la ha recreado más profundamente conforme a la imagen de Dios.
El icono refleja precisamente la imagen de un hombre purificado, transfigurado, dificado, revestido de la belleza incorruptible del Reino de Dios, de una persona humana que ha llegado a ser un icono viviente de Dios.
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