INTRODUCCION
“Cristo ha resucitado de entre los muertos; con la muerte ha derrotado a la muerte y a aquéllos que yacían en los sepulcros les ha dado la vida”. (Himno Pascual de la Ortodoxia, repetido infinitas veces hasta la Ascensión).
“Asumió la carne para ofrecer abundantes gracias y su cuerpo como cebo arrojado en brazos de la muerte para que, mientras el dragón infernal esperaba devorarle, tuviera en cambio que vomitar a aquellos que ya había devorado. En efecto, Él arrojó a la muerte para siempre y secó las lagrimas de todos los ojos”. Cirilo de Jerusalén. Catequesis XII, 15.
“Ha entrado en las fauces de la muerte y como Jonás en el vientre del cetáceo, ha estado entre los muertos no por estar vencido, sino para recuperar la dracma perdida, la oveja perdida: Adán.
Llama portadora de luz, la carne de Dios, bajo tierra disipa las tinieblas del infierno. La Luz resplandece entre las tinieblas” Orígenes. Comentario a San Juan.
“¡ Día de la Resurrección, resplandezcamos de luz, oh pueblos! ¡Es la Pascua del Señor, Pascua¡ ¡De la vida a la muerte, de la tierra al cielo, Cristo Dios nos ha hecho pasar cantando el himno de la victoria¡”. Himno de Pascua.
“Nadie llore por sus pecados: el perdón se ha levantado del sepulcro. Nadie tema a la muerte pues nos ha liberado la muerte del Salvador; la ha destruido cuando yacía preso de ella. Ha castigado al Infierno Aquél que ha bajado a las profundidades; lo ha amargado porque tocó su carne. El Infierno fue amargado cuando se encontró contigo en los abismos.
Fue amargado porque fue destruido, fue amargado, porque fue engañado, fue amargado porque fue encadenado. Tomó un cuerpo y se encontró frente a un Dios; tomó un puñado de tierra y encontró el cielo; tomó lo visible y se vió enfrentado al Invisible”. Juan Crisostomo. Homilía de Pascua.
“¿Dónde está muerte tu aguijón? ¿Dónde está infierno tu victoria?” 1ª Cor. 15, 53-58
CRISTO Y ADAN
Cristo aparece como el Dueño de la Vida y el Cosmos. Su cuerpo resucitado, vencedor del abismo de la muerte, está animado por el Dios-Trinidad, principalmente el Espíritu Santo, de ahí ese resplandor de energías divinas (rayos de oro) y ese dinamismo expresado en su avanzar hacia Adán.
Su ser entero “todo luz” anuncia la aurora del nuevo día que nunca tendrá ocaso. Es el día de la Resurrección, el Domingo sin fin donde la creación es recreada para siempre.
Los ropajes de Cristo son amarillo oro, es la vestimenta del rey victorioso o pueden ser blancos deslumbrantes como los de la Transfiguración. A veces las ropas ondean a sus espaldas, dando la sensación del movimiento, del descenso.
En nuestro icono Cristo ya está iluminando los infiernos y la muerte con su Presencia. El color amarillo que es pan de oro en el icono lo llena todo de esa luz increada.
A los pies de Cristo y dentro de la cueva, se distinguen las puertas del infierno rotas y todos sus pestillos, cadenas y clavos esparcidos.
En este icono no aparece la cruz como estandarte de victoria. Cristo es ya el Rey de la Gloria que lo llena todo con su Resurrección, la muerte, de la que es señal la cruz, ya esta derrotada, no existe.
La cruz aparece en el nimbo que rodea la cabeza de Cristo, pero tenuemente sugerida, transfigurada por la potencia de la Resurrección, ya que ha sido el medio por el que ha conseguido su señorío sobre la muerte y el pecado.
Cristo camina sobre el abismo con la libertad y el poder del Vencedor, casi parece flotar sobre las fauces de la ballena de Jonás, sugerida por la cueva sobre la que Jesús pasea.
Su cuerpo espiritual, transfigurado por la resurrección, escapa a las leyes del mundo, a la gravedad marcada de corruptibilidad y muerte.
Él está a la cabeza de la humanidad, es a partir de ahora todo transparencia, apertura y comunión.
Toma de la mano a Adán a quien vigorosamente arranca de las tinieblas de la muerte. Este cara a cara del primero y del nuevo Adán adquiere una significación particular. Lo que esta segunda creación ha conseguido es muy superior a la primera. La Vida dada por el Segundo Adán nunca perecerá.
La mirada de Cristo va hacia todos, pues es el Salvador de la humanidad entera. Este se agacha para levantar Adán; Dios se abaja y rebaja. Despojándose de su divinidad, se revistió de nuestra carne para subirnos y exaltarnos a la condición divina por su Resurrección.
Cristo anuncia la resurrección a los muertos, de ahí la estrecha unión entre la silueta de Cristo resucitado y la de Adán a quien él incorpora en su propia resurrección. Con Adán es arrastrada toda la humanidad heredera de él.
Adán agotado por el despertar del sueño de la muerte (del pecado), contempla a su Liberador con mirada gozosa, llena de fatiga y suplicándole con la otra mano la ayuda necesaria para levantarse de la situación caída y desgraciada del pecado y la muerte.
Adán tiende su mano libre en un gesto que expresa acogida y plegaria, atraído hacia su Dios igual que la flor es atraída por el sol. Como dicen los maitines del Sábado Santo en la tradición ortodoxa: “ Has venido a la tierra para salvar a Adán, al no encontrarlo, oh Señor, has ido a buscarlo hasta en el infierno”
EL INFIERNO O HADES
Siempre de color negro representación de la muerte y a los pies de Cristo. En el se ven a veces figuras grotescas o una figura atada que representa al Hades que es encadenado por ángeles o por el mismo Cristo, así como llaves, clavos, cerrojos y goznes de las puertas rotas del infierno y la muerte por la potencia del Resucitado y que este pisa.
El infierno se abre en forma de cueva negra y oscura como la cueva del icono de Navidad, como las aguas del Jordán en el icono del Bautismo, sepulcro liquido y en la cueva oscura bajo la cruz en el icono de la Crucifixión. “La carne de Dios bajo la tierra, disipa las tinieblas del Hades, como antorcha portadora de Luz”.
El infierno se abre en forma de cueva negra y oscura como la cueva del icono de Navidad, como las aguas del Jordán en el icono del Bautismo, sepulcro liquido y en la cueva oscura bajo la cruz en el icono de la Crucifixión. “La carne de Dios bajo la tierra, disipa las tinieblas del Hades, como antorcha portadora de Luz”.
Las cumbres de los montes subrayan la profundidad de la sima, los abismos. Pero ya transfigurados por la Resurrección, de ahí que sean brillantes hasta las piedras.
Las cumbres de los montes subrayan la profundidad de la sima, los abismos. Pero ya transfigurados por la Resurrección, de ahí que sean brillantes hasta las piedras.
Las puertas de la muerte yacen rotas y esparcidas por el infierno dando salida a los que retenía y los sepulcros vacíos y abiertos proclaman la victoria de Cristo vivo.
Las puertas de la muerte yacen rotas y esparcidas por el infierno dando salida a los que retenía y los sepulcros vacíos y abiertos proclaman la victoria de Cristo vivo.
EL QUIROGRAFO
En el centro esta Cristo ataviado con ropajes dorados o blancos y lleva en sus manos un rollo. Es el símbolo del pecado, de la deuda contraida por Adán y Eva, una letra que sé tenia que pagar.
También se atribuye a este rollo la predicación de Cristo entre los muertos.
En algunos iconos el rollo se muestra desplegado y rasgado en el centro.
“Quien condona las deudas a todos los hombres, queriendo perdonar antiguas ofensas, espontáneamente vino a los desertores de su gracia y rasgado el quirografo del pecado... guía a todos hacia el conocimiento divino, iluminando de esplendor las mentes”. Himno Akatistos.
LOS JUSTOS
Cristo camina victorioso hacia Adán que es cogido de la mano y sacado de la postración de la muerte. Eva tiende sus manos hacia la Vida, que perdió en el Paraíso. Está vestida de rojo. El rojo simboliza la carne, la humanidad: ella es la madre de los vivientes. Cuando lleva las manos cubiertas, es señal de adoración al Liberador.
Detrás de los primeros padres sigue una procesión de justos. Al otro lado de la representación aparecen David barbado y Salomón que señala a Cristo como uno de su linaje y van ataviados con vestidos reales, Juan el Bautista asoma por detrás señalando al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y otros.
Todo el Antiguo Testamento está dirigido a la venida de Cristo. Su Encarnación y Resurrección son la última realización del Antiguo testamento y el comienzo de algo totalmente nuevo y definitivo.
Ambos grupos constituyen una representación del pueblo sumergido en las tinieblas, los que moran en la tierra y en sombras de muerte, sobre los que se ha elevado la Luz de la Vida. Todos tienden sus manos hacia Él, esperanza de toda la humanidad
A veces los justos esperan en la sombra como aparecen representadas las dos figuras, dentro de la gruta en la parte inferior, que están saliendo de sus oscuros sepulcros hacia la Vida.
NOSOTROS
Al igual que en el icono, Cristo desciende a lo más profundo de nuestro ser y nos arranca de las tinieblas, pues fuimos sepultados con él por el bautismo a fin de resucitar en él de entre los muertos. Col. 2, 12.
La Vida requiere la muerte de la persona vieja, el abandono y la superación del mal original que la corroe. Consecuencias tangibles de esta huella tenebrosa son nuestras angustias, limitaciones, fracasos, la opacidad hacia el otro (egocentrismo) y hacia la belleza de la creación.
Todo se encuentra asumido por el torbellino liberador en la medida en que nos adherimos al Muerto-Resucitado que nos hace pasar (Pascua=paso) del imperio de la muerte que son las tinieblas a la Luz, fuente de toda vida.
Todo se encuentra asumido por el torbellino liberador en la medida en que nos adherimos al Muerto-Resucitado que nos hace pasar (Pascua=paso) del imperio de la muerte que son las tinieblas a la Luz, fuente de toda vida.
“No temas, soy yo, el Primero y el Ultimo, el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la Muerte y del Hades” (Ap. 1, 17-18).
“No temas, soy yo, el Primero y el Ultimo, el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la Muerte y del Hades” (Ap. 1, 17-18).
EL ICONO
En la tradición bizantina hay dos iconos de la Pascua: El Descenso a los Infiernos y Las Mujeres que llevan aromas al sepulcro (Las Miróforas).
Si bien este último icono ha quedado relegado litúrgicamente al segundo domingo de Pascua donde se hace memoria de las pías mujeres.
Otro tanto ocurre con el icono de la Aparición de Cristo Resucitado a la Magdalena.
Aquí nos ocuparemos del Descenso a los Infiernos. Las representaciones no difieren sustancialmente entre ellas, aunque hay unas ciertas variantes.
Por ejemplo: Cristo con el rollo en las manos, sin la cruz, esta representación es la del icono que meditamos.
Cristo con la cruz a hombros. O sostenida por ángeles.
Toma de la mano sólo a Adán, tal como muestra este icono; o también a Eva, colocados ambos laterales o simétricamente a su derecha e izquierda.
Cristo lleva los colores de la Encarnación: túnica roja (hombre) y manto azul (Dios, viene del cielo), todo lleno de oro símbolo de la Presencia divina, es el Resucitado.
La representación del mundo infernal bajo sus pies, más o menos poblado y escenograficamente más pintoresco.
Todo esto no cambia el planteamiento compositivo de la imagen ni comporta añadidos significativos al valor simbólico y teológico de la escena principal.
En los vestidos de los personajes, dominan los colores rojos y verdes, señal de la humanidad y de la esperanza y la vida, respectivamente.
En el ámbito bizantino-eslavo hay otra composición que no viene al caso.
¿Por qué en el ámbito bizantino se ha preferido la representación del Descenso a los Infiernos respecto a la del Cristo triunfante que sale del sepulcroante los guardias?
Por la evidencia misterica de la victoria sobre la muerte y el pecado: CRISTO, NUEVO ADAN, DESCIENDE A LOS INFIERNOS PARA LIBERAR LAS ALMAS DE LOS JUSTOS Y CON ELLOS A TODA LA HUMANIDAD.
Esta es la síntesis del icono del Descenso a los Infiernos.
Santas y felices fiestas de Pascua, Fiesta de las fiestas, fundamento de nuestra fe.
Santas y felices fiestas de Pascua, Fiesta de las fiestas, fundamento de nuestra fe.
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